M. Settembrini, Gerusalemme e il suo Messia. Teologia e poesia in Isaia profeta (Studi biblici 207), Paideia, Torino 2022, 225 pp., ISBN: 978-88-39409782

Esta obra recoge el fruto de las investigaciones que el A. viene realizando, sobre todo, para su enseñanza en la Facultad de Teología de Emilia-Romagna y en la Universidad Gregoriana de Roma. Ofrece “una visión de conjunto del rollo del profeta de Jerusalén” y la posibilidad de “apreciar el valor teológico de los pasajes más célebres, en el contexto de las tradiciones del antiguo Israel y de las Escrituras cristianas” (9), concentrándose especialmente en “la estrecha relación que une el destino de Jerusalén y el de su mesías”. Desde esta perspectiva, se considera “el papel de Israel frente a las naciones, su forma de celebrar a yhwh como Dios creador y único, y de renovarse para acoger a los extranjeros en el seno de la comunidad de fe sin perder lo que le es más peculiar” (12).

El A. expone los diversos temas a través del comentario exegético de páginas escogidas de entre las tres partes principales que componen este rollo profético según la mirada clásica (cc. 1–39; 40–55; 56–66).

Es el propio interés teológico del A. el que le lleva a preocuparse por la historia y por la sociedad que provocaron y dieron forma a esta profecía (13). Piensa aquí no solo en el momento de su producción, sino también en las etapas sucesivas de su recepción, que saca a la luz ulteriores significados a medida que estos oráculos son escuchados en el preexilio, en el exilio, dentro de una cierta secuencia, en el conjunto de todo el rollo, en el seno del corpus profético y finalmente integrada en las Escrituras de las comunidades judeo-cristianas (15).

La primera parte –“Las primeras palabras de Isaías” (27-106)– comienza mostrando cómo todas las vicisitudes históricas de Israel se comprenden a la luz de la intervención de yhwh como padre que castiga al hijo para que llegue a ser justo y sabio (Is 1), y que es precisamente la altísima misión confiada a Jerusalén (2,1-5; 4,2-6) la que motiva la denuncia de la sociedad contemporánea. Después se concentra en la visión del templo y la gloria de yhwh (Is 6), los anuncios relativos al Emmanuel (Is 7; 8,23–9,6; 11) y el relato del asedio asirio (cc. 36–39) que pone en evidencia el estrecho vínculo que une la suerte de Jerusalén y la de su mesías.

“Una profecía nueva” (107-163) contiene una presentación general de la composición de esta segunda parte y se detiene en el comentario del “evangelio de la consolación” (40,1-11) y del anuncio de yhwh creador y señor de la historia (40,12-31) dirigidos a todo viviente. La progresiva reformulación de la esperanza mesiánica queda expuesta en el comentario a los “poemas del servidor” (42,1-9; 49,1-13; 50,4-11; 52,13–5,12).

“La profecía de los discípulos” (164-196), explica el “manifiesto” del Trito-Isaías (56,1-8), el anuncio del mesías profeta (c. 61) y el capítulo final del rollo isaiano (c. 66) que retoma la arenga inicial, atisbando ya el alba de un tiempo nuevo en el que Jerusalén se abrirá para acoger en la presencia de yhwh a gente de toda lengua y cultura, en “un templo amplio como la tierra misma” (186).

Las páginas conclusivas –“Jerusalén y el mesías” (195)– vuelven sobre el interés principal del A., que ha visto al profeta dibujar el perfil de Jerusalén como ciudad amada y del único mesías que puede salvarla: no ya un soberano sino un profeta-maestro.

Completan la obra un índice de los pasajes mencionados y otro con las palabras hebreas discutidas, además de una bibliografía abundante y actualizada (201-212), en la que lamentablemente escasean contribuciones del ámbito iberoamericano (como las de J. S. Croatto, H. Simian-Yofre. M. García Fernández, F. Ramis etc.).

El objeto, el interés y el método de su trabajo los declara Settembrini al comienzo, con una claridad y una honestidad que mantendrá a lo largo de todo el libro. El lector disfruta con la lectura de una prosa tersa y diáfana, que no descuida el rigor del análisis filológico ni la investigación de las relaciones intratextuales e intertextuales de cada perícopa estudiada, ni se ahorra el arriesgado esfuerzo por encuadrarlas en un contexto histórico. Atesorando las contribuciones de la exégesis más reciente, el A. combina miradas diacrónicas y sincrónicas para acercarse al “rollo” Isaías, que reconoce como fruto de un trabajo editorial que se extendió probablemente hasta la época helenística y que fue integrando en el texto la tradición interpretativa que se iba acrecentando a través del tiempo, en virtud de la práctica de lectura y actualización del texto en el seno de la comunidad que lo custodió y transmitió (19-20).

En esta comprensión de la historia de la redacción, el A. se muestra deudor de las investigaciones sobre la praxis de los escribas en las culturas del Medio Oriente Antiguo, tales como las de D. M. Carr, Writing on the Tablet of the Heart. Origins of Scripture and Literature, Oxford – New York, 2005 (esp. 111-173) y K. van der Toorn, Scribal Culture and the Making of the Bible, Cambridge, MA – London, 2007 (esp. 109-142, 143-172). Pionera en esta línea era ya la propuesta de N. Lohfink, “Gab es eine deuteronomistische Bewegung?”, en W. Gros (ed.), Jeremia und die “deuteronomistische Bewegung” (Bonner biblische Beiträge 98), Weinheim, 1995, 312-382, esp. 347-349 (que no se encuentra citado).

La interpretación de cada pasaje presupone el conocimiento de los precedentes, todavía frescos en la memoria del lector, pero –en la cultura de los escribas autores del rollo– también de los sucesivos (20)

Esta representación del proceso de composición de Isaías refleja al mismo tiempo la propia práctica del A. que lleva a cabo una suerte de “lectura canónica” de cada pasaje en relación con otros capítulos del libro y con otros libros de la Escritura, en la búsqueda de un sentido teológico que supera el que pudo haber tenido en el momento de su primera proclamación o puesta por escrito. Este intento del A. resulta, en algunos puntos, más convincente y, en otros, menos. Sucede que tanto las investigaciones diacrónicas de las dependencias literarias, como los estudios sincrónicos de la intertextualidad buscan conexiones lexicales que no siempre son tan evidentes como uno querría.

Pero quizás la aportación más valiosa de Settembrini resida precisamente en el hecho de haberse atrevido a asumir las consecuencias que derivan de este modo de concebir el proceso redaccional, presentándonos una visión renovada del profeta y de la profecía:

La profecía, llena de referencias a pasajes precedentes, nace como interpretación de escritos proféticos. … El escriba se va transformando gradualmente en profeta: no puede reivindicar la paternidad de lo que escribe porque todo es reconducible a la eficacia de las palabras antiguas y pronuncia, sin embargo, enseñanzas nuevas. El hijo de Amoz engendra así nuevos profetas transmitiendo a otros el espíritu recibido de yhwh. [...] El siervo esperado, el mesías que tenía que nacer del tronco de Jesé, se impone en la persona misma del profeta cuya palabra trae justicia, defiende, infunde el verdadero conocimiento de Dios (165-166).

Esta nueva manera de acercarse al libro profético –y análogamente, a todos los libros de la Escritura inspirada– lleva finalmente a pensar en el efecto “sacramental” que la palabra bíblica busca producir en el lector mediante mecanismos retóricos y pragmáticos, y más allá de todos ellos:

Al que lee el rollo de Isaías se le insta a anhelar la llegada del mesías hasta que comprenda que participa en el misterio de su advenimiento. Israel espera al siervo y en cierto modo es él mismo un siervo (166)

Fiel a la tradición de esta colección “studi biblici” fundada por el insigne Giuseppe Scarpat, esta obra de Settembrini demuestra una vez más que la precisión filológica, la disciplina exegética y la confrontación seria con la historia rinden los frutos esperados.

Jorge M. Blunda

Universidad Pontificia de Salamanca

jmblundagr@upsa.es