Por una sociología del conocimiento de los estudios bíblicos y arqueológicos del Levante meridional1

Emanuel Pfoh

Universidad Nacional de La Plata

IMHICIHU-CONICET (Argentina)

epfoh@conicet.gov.ar

https://orcid.org/0000-0001-8763-6754

Resumen: A partir de los desarrollos historiográficos producidos durante las últimas tres décadas en el campo de los estudios bíblicos y arqueológicos del Levante meridional, este trabajo realiza un llamamiento para establecer una sociología del conocimiento sistemática y comprensiva que atienda a las condiciones de producción institucional de conocimiento sobre la Biblia hebrea/el Antiguo Testamento y la historia de Israel/Palestina, así como de su reproducción a nivel de los discursos internacionales (que involucran reuniones académicas y proyectos de investigación), abordando cuestiones de memorias e identidades nacionales y realidades políticas en el pasado y en el presente de la región.

Palabras clave: Sociología del conocimiento. Estudios bíblicos. Arqueología del Levante meridional. Antiguo Israel.

Towards a Sociology of Knowledge of Biblical and Archaeological Studies of the Southern Levant

Abstract: Considering the historiographical developments taking place during the last three decades in the field of biblical and archaeological studies of the Southern Levant, this paper calls for establishing a systematic and comprehensive study of the conditions in which institutional knowledge on the Hebrew Bible/Old Testament and about the history of Israel/Palestine is produced and reproduced as an international discourse (through academic meetings, research projects, etc.), touching upon issues of national memories and identities and past and current politics in the region.

Keywords: Sociology of Knowledge. Biblical Studies. Archaeology of the Southern Levant. Ancient Israel.

1. Un preludio

“En las ciencias sociales, el progreso del conocimiento presupone el progreso en nuestro conocimiento de las condiciones de conocimiento”2. Así se inicia un estudio del reconocido sociólogo francés Pierre Bourdieu sobre la lógica de las prácticas sociales. Bourdieu también ha contribuido con una sociología de los ámbitos académicos, vale decir, sobre la producción y reproducción de estos ámbitos en Francia durante la pasada década de 1980, acuñando el término Homo academicus para referirse al o los agente/s responsables de la lógica de producción y reproducción de conocimiento en el campo académico3. Un estudio de tal calidad –al menos de una manera sistemática y comprensiva– jamás ha sido llevado a cabo en los estudios bíblicos, incluyendo aquí la arqueología bíblica, la cual, de muchas maneras y no obstante sus considerables mejoras metodológicas durante las últimas décadas, aún puede ser considerada, en términos epistemológicos, como mayormente perteneciente al campo de los estudios bíblicos4, antes que como una parte del discurso internacional de la arqueología. Sin duda, estudios y análisis sobre la crítica ideológica de los textos bíblicos (en referencia a autor/es antiguo/s, audiencia/s original/es, mensajes explícitos e implícitos, contextos históricos, sociales e ideológicos, etc.) tienen su presencia en los estudios bíblicos desde al menos la década de 1970, notablemente desde perspectivas marxistas y feministas, particularmente a partir de, por ejemplo, las intervenciones críticas de Norman K. Gottwald y de Phyllis Trible, precursores del así llamado social scientific criticism5. No obstante, las evaluaciones sobre las condiciones de producción de ese conocimiento, vale decir a un nivel metadiscursivo, de parte de los biblistas del siglo xx distan de ser mayoritarias o reconocidas como una necesidad epistemológica en el campo general de esos estudios.

En vista del encajonamiento disciplinar de estas perspectivas y de futuros desarrollos sobre su condición, podríamos en efecto hipotetizar –siquiera como un ejercicio preliminar (enfatizamos esta condición) en una sociología del conocimiento– sobre la evidente existencia de un Homo biblicus occidentalis, con distintivas variaciones regionales: el Homo biblicus europeus y el Homo biblicus americanus6. Esta especie académica moderna tiene unos doscientos años de actividad y, en tiempos más recientes, ha producido una tercera variación, el Homo biblicus israelensis, de unos setenta años de existencia hasta el momento. Estas criaturas académicas, sus condiciones de vida y reproducción, los cambios en sus hábitos intelectuales, junto con los discursos que crean y producen, necesitan en verdad ser explorados sociológicamente.

2. Avistando una sociología del conocimiento

El presente artículo tiene por objetivo principal hacer un llamado para un estudio sistemático y comprensivo de las condiciones por las cuales el conocimiento institucionalizado de los textos bíblicos y de la historia antigua y arqueología de Israel/Palestina es producido como un discurso internacional a través de universidades, diversas sociedades e instituciones académicas (notablemente, la American Schools of Oriental Research, la Israel Antiquity Authority, la Society of Biblical Literature, la Israel Exploration Society, entre muchas otras)7, así como de eventos académicos, proyectos internacionales de investigación, pero también de medios de comunicación, expresiones de la cultura popular, etc., abordando cuestiones propias de memorias nacionales, de patrimonio cultural y de identidades religiosas, al igual que del estado reciente y actual de la política en Medio Oriente. A través de una aproximación analítica tal, se podría contribuir, en efecto y en primer lugar, a la obtención de un mejor entendimiento del concepto de patrimonio intelectual cercano-oriental y bíblico en el mundo occidental moderno8 y, en segundo lugar, proporcionaría a los estudios bíblicos actuales de epistemologías más críticas, con una autoconciencia académica precisamente sobre cómo el conocimiento es producido y reproducido, dónde se localiza ese conocimiento y cuál es su contextualización social, para qué propósitos y cuáles son las potenciales implicaciones políticas de esa investigación, en especial frente a la situación política de décadas recientes en Israel/Palestina y en el Medio Oriente.

Un proyecto tal, siendo evidentemente ambicioso en el alcance y los recursos propios de su investigación, debería sin duda realizarse a través de un esfuerzo colectivo durante un tiempo considerable. La tarea también debería ser divida en tradiciones nacionales y, dentro de cada una de ellas, en tradiciones propias de universidades e institutos académicos. La investigación sobre las condiciones que afectan a la producción de conocimiento, tal como se ha llevado a cabo en otros campos de las humanidades y las ciencias sociales, y no menos en la arqueología general del Cercano Oriente antiguo, es sumamente necesaria para trascender el mero nivel de la documentación empírica y su aglomeración tipológica. Aquí, por citar superficialmente un par de ejemplos relevantes que apuntan hacia la dirección referida, podemos atender a las importantes contribuciones de parte de Reinhard Bernbeck y Susan Pollock, sobre la economía política de la arqueología del Cercano Oriente antiguo, o a aquellas de Zainab Bahrani, sobre las geografías imaginarias de Mesopotamia, el patrimonio cultural de Irak o cuestiones de raza y etnicidad en Mesopotamia, etc.9 El diseño analítico de este tipo de investigaciones proporcionaría, en verdad, una senda válida para incursionar con una mayor amplitud en el ámbito de los estudios bíblicos y arqueológicos del Levante meridional.

En el campo de los estudios del Medio Oriente moderno, por su parte, dos recientes publicaciones comprensivas pueden ser referidas al respecto por su pertinente orientación analítica: el estudio de Zachary Lockman, Field Notes: The Making of Middle East Studies in the United States, que documenta la creación de los estudios de área entre la década de 1920 y la de 1980, relacionando las necesidades políticas en los Estados Unidos y las condiciones geopolíticas en Medio Oriente con el proceso de producción de conocimiento por parte de especialistas en esta región del planeta; y el libro de Lara Deeb y Jessica Winegar, Anthropology’s Politics: Disciplining the Middle East, en donde se exploran las (usualmente solapadas) políticas de institucionalización de la antropología estadounidense sobre las sociedades del Medio Oriente10. Con algunas excepciones particulares, que serán referidas más adelante, en general, como se ha notado, no existen estudios de similar diseño, alcance o profundidad en los estudios bíblicos o de la arqueología del Levante meridional11.

Además de las tradiciones nacionales de investigación, y más allá de las locaciones específicas en donde una investigación es realizada, la cuestión esencial del origen de la financiamiento de los proyectos de investigación debería ser abordada también de manera crítica. Las excavaciones arqueológicas por parte de instituciones académicas (y a veces mayormente religiosas) de los Estados Unidos y de Europa, llevadas a cabo en Israel/Palestina durante más de cien años, han recibido financiamiento de parte de fondos públicos de investigación, pero también de inversores y asociaciones privadas, usualmente con alguna orientación o intereses religiosos12. Imaginemos por un momento una organización privada, o un individuo particular abiertamente religioso y dispuesto a financiar la búsqueda de evidencia material de algún evento o escenario bíblico: ¿podríamos pensar que esa financiamiento privada (y religiosa) no produce ninguna expectativa o ningún condicionamiento sobre la investigación arqueológica con respecto a lo que se espera hallar?13 Un ejemplo muy claro y concreto de esto lo constituye ELAD, una compañía norteamericana de desarrollo inmobiliario que desde hace varios años se encuentra financiando excavaciones arqueológicas en Jerusalén Oriental para poner en evidencia la historicidad de la ciudad bíblica del rey David y, con ello, reclamar la materialidad del patrimonio judío de esa locación: en esta situación, una sociología de la producción del conocimiento de parte de investigadores asociados a esta compañía no es tan difícil de ponderar…14 Este es solamente un ejemplo relativo a Israel/Palestina, pero situaciones análogas podrían encontrarse en diferentes locaciones de Medio Oriente (Egipto, Turquía, Siria o Irak), habilitadas desde la intervención occidental moderna en la región con la campaña de Napoleón Bonaparte a Egipto (1798-1801) y el despliegue del análisis “científico” (cartográfico, geológico, arqueológico, etc.) de la zona15.

Que la política, la religiosidad personal e institucional y otras subjetividades afectan, de algún modo y en cierta medida, a los investigadores que interpretan el registro empírico como evidencia de un fenómeno particular es un hecho sobradamente documentado en la sociología del conocimiento desde, al menos, la importante publicación de Peter L. Berger y Thomas Luckmann, The Social Construction of Reality de 196616. Por supuesto, esta condición general podría ser rastreada en anteriores desarrollos analíticos de parte de pensadores y filósofos, como Max Weber, Karl Marx, Immanuel Kant, David Hume y Rene Descartes; pero Berger y Luckmann fueron sin duda pioneros en detallar el funcionamiento de –como ellos los llamaron– los procesos de institucionalización, legitimación e internalización del conocimiento en la sociedad. En este trabajo seminal tenemos, en efecto, una sólida base teórica para analizar el funcionamiento del conocimiento académico (pero también del popular17) sobre el antiguo Israel y la arqueología de Palestina en tiempos modernos.

Nuevamente, estas elaboraciones iniciales constituyen, por supuesto, un planteo orientativo y un comentario sobre la necesidad de analizar a los investigadores que estudian el Cercano Oriente antiguo (incluyendo aquí, por supuesto, a los biblistas y a los historiadores y arqueólogos de ese territorio antiguo referido ahora como Israel/Palestina/Levante meridional): dónde desarrollan su actividad, bajo cuáles condiciones socioeconómicas, de dónde proviene su financiamiento, cuál es su relación implícita y explícita con respecto a la política, la religión y otras instituciones, cómo ese conocimiento producido es procesado y transmitido institucional y académicamente por universidades y asociaciones académicas, etc.18

4. Algunos antecedentes en los estudios de la Biblia hebrea/el Antiguo Testamento y la historia de Israel

A continuación, presentaremos algunos ejemplos acerca de cómo una indagación sociológicamente informada del conocimiento producido sobre el Cercano Oriente antiguo e Israel/Palestina opera ofreciendo una perspectiva crítica sobre los resultados, antes que sobre los procedimientos analíticos, puesto que en esta instancia preliminar no se ha llevado a cabo una investigación propiamente dicha (vale decir, de campo o empírica) sobre tales condiciones de producción de conocimiento y estas deben ser solamente presupuestas.

Tal vez Jack M. Sasson haya sido uno de los primeros investigadores del antiguo Oriente y la Biblia en notar, en un artículo seminal de 1981, que la idea de un antiguo Estado israelita –de acuerdo con la información que nos proporciona la Biblia hebrea/el Antiguo Testamento (entendidos estos términos aquí, en tanto fuente textual, de manera sinónima, no obstante sus particularidades)– tal como fuera elaborada por los estudiosos bíblicos estadounidenses y alemanes de los siglos xix y xx, estuvo concebida ya sobre la idea de independencia nacional –en el primer caso–, ya sobre la unificación nacional concretada por Otto von Bismarck en 1871 –en el segundo caso–, y que la idea de un pueblo israelita dependía fuertemente de un modelo de Estado-Nación propio de la Europa occidental19. Tiempo después, durante la década de 1990 y en el contexto del duro debate entre los así llamados maximalistas y minimalistas bíblicos en los estudios del Antiguo Testamento, varias voces críticas aparecieron. Aunque sin atender centralmente a la cuestión de la sociología del conocimiento en los estudios bíblicos, Thomas L. Thompson junto con el resto de los investigadores “minimalistas” dejaron en claro la necesidad de emplear epistemologías críticas, en particular para las interpretaciones sobre el conocimiento del “antiguo Israel” y la historia del Levante meridional20. En especial, Philip R. Davies y Robert P. Carroll ofrecieron –en un par de artículos presentados en el marco del European Seminar in Historical Methodology (1996-2012), organizado por Lester L. Grabbe21– algunos lineamientos, problematizaciones y respuestas orientados hacia una crítica sociológica de los estudios bíblicos22; y también lo hizo Niels Peter Lemche, discutiendo las políticas e ideologías de los estudios históricos en la disciplina del Antiguo Testamento, especialmente en las expresiones evangélico-conservadoras de origen norteamericano23. De igual modo, en 1997, Burke O. Long publicó un estudio socio­-histórico, basado en una abundante cantidad de información proveniente de archivos privados, sobre William F. Albright (1891-1971) y su “Escuela de Baltimore”, describiendo la matriz intelectual de la arqueología bíblica norteamericana durante la mayor parte del siglo xx y avanzando una línea interpretativa muy acorde a lo que se trata en la presente comunicación24. También, y de gran relevancia en esta conexión, es la antropología de la temprana arqueología israelí publicada por Nadia Abu el-Haj y el estudio temporalmente coincidente de Raz Kletter sobre los inicios de la arqueología israelí en las décadas de 1950 y 1960, a partir de un extenso trabajo de archivos25.

Pero, sin duda, fue Keith W. Whitelam quien, con la publicación de su The Invention of Ancient Israel: The Silencing of Palestinian History en 1996, justo en medio de los debates entre maximalismo y minimalismo, realizó la probablemente más radical y controvertida crítica sobre la manera en que la historia del antiguo Israel había sido reconstruida por los historiadores, arqueólogos y biblistas occidentales26. Más allá de las críticas –mayormente centradas en el aspecto político-ideológico, antes que en lo propiamente “científico” o historiográfico– que esta obra recibió en su momento27, está claro que las agudas observaciones iniciales de Sasson fueron desarrolladas y ampliadas por completo por Whitelam, aun cuando The Invention of Ancient Israel estuviera concebido como un tratado programático y una crítica inicial a los modos de comprender histórica e historiográficamente el pasado de Israel/Palestina. En perspectiva, luego de 25 años desde su publicación, el libro de Whitelam significó un parteaguas en los estudios históricos de la Biblia hebrea/el Antiguo Testamento en lo que respecta a las potencialidades de una indagación propia de la sociología del conocimiento en las obras sobre el pasado de la región. Es por cierto relevante, por ejemplo, citar en extenso la opinión de Whitelam sobre la matriz de uno de los modelos ahora clásicos sobre el surgimiento del temprano Israel en Palestina/Canaán, propuesto por el renombrado biblista alemán Albrecht Alt (1883-1956) en un par de artículos seminales sobre la cuestión:

El ensayo seminal de Albrecht Alt, “Die Landnahme der Israeliten in Palästina”, publicado en 1925, […] condujo al desarrollo de lo que hoy llamamos el modelo de la infiltración o de la inmigración en los orígenes israelitas, frecuentemente caracterizado como una infiltración/inmigración pacífica de parte de los israelitas en Palestina. Esta hipótesis, asociada con las investigaciones alemanas, notablemente de Alt, Noth y M. Weippert, ha tenido una gran influencia en los estudios bíblicos, casi tres cuartos de siglo luego de su formulación clásica por Alt, no solo en las reformulaciones actuales de la hipótesis, pero también a través de una serie de ideas que se han tomado como obvias en el discurso de los estudios bíblicos y por lo tanto rara vez analizadas. [Esta hipótesis] aún es fuertemente sostenida, notablemente en la reciente e importante obra del arqueólogo israelí Israel Finkelstein (1988). Sin embargo, [esta hipótesis] es una construcción del pasado, una invención de Israel, que refleja las percepciones de la Palestina contemporánea de la década de 1920, durante la creciente inmigración sionista28.

Y también, en consonancia con esta última oración:

El trabajo de Alt se emplaza en uno de los más cruciales períodos de la historia de la Palestina moderna: un período de creciente inmigración sionista en la región durante las primeras décadas del siglo [xx], junto con aspiraciones de un territorio nacional, lo cual cambió por completo las características sociales, políticas y demográficas de la región. […] La característica central de la construcción de Alt, una inmigración significativa en busca de un territorio nacional, debe ser considerada en este contexto de dramáticos desarrollos en Palestina, al mismo tiempo que él se encontraba [realizando] su investigación; desarrollos que difícilmente Alt pudiera haber ignorado29.

Este tipo de crítica, ciertamente propia de la sociología del conocimiento, atiende no tanto a la cuestión de la interpretación del material empírico sino sobre todo, a la creación de modelos para interpretar esa empiria, así como a la influencia de los contextos históricos, sociales, nacionales, religiosos y políticos del trabajo del investigador y sus producciones. Como tal, entonces, la crítica de Whitelam marcó un claro antecedente para repensar algunas de las epistemologías dominantes en los estudios bíblicos de Occidente.

Otro ejemplo, más reciente, sobre cómo una investigación correcta del material arqueológico puede, no obstante, conducir a la proyección de instituciones y prácticas sociales antiguas que resultan no solo anacrónicas sino políticamente legitimantes de situaciones históricas modernas –también en relación con cuestiones de identidad nacional–, lo constituye el trabajo de Avraham Faust, un prominente arqueólogo de la Universidad de Bar-Ilan en Israel. Faust, en dos libros y en varios artículos académicos30, ha propuesto un entendimiento de la temprana sociedad israelita (ca. siglos xiii-xi a.n.e.) en términos que la definen como esencialmente igualitaria y democrática, primeramente en su estructura social y, posteriormente, cuando la diferenciación de clase aparece con el Estado, como caracterizada por la pervivencia de un ethos igualitario en la sociedad. Así pues, Faust nos indica en su obra Israel’s Ethnogenesis:

La casi completa ausencia de decoración en la alfarería manufacturada durante la Edad del Hierro II [ca. 1000-586 a.n.e.] en los reinos de Israel y de Judá, y anteriormente en los territorios presumiblemente habitados por los israelitas o proto-israelitas, debe por ende tomarse como profundamente significativa. Su mera ausencia constituye un poderoso mensaje, que puede dirigirse hacia el interior del grupo o hacia su exterior. Descifrar [este mensaje] es una tare compleja. ¿Cuál era el mensaje transmitido por la ausencia de decoración? Al interior, la ausencia de decoración podría indicar una ideología de simplicidad e igualdad […]31.

Más adelante, Faust observa:

Las casas de cuatro habitaciones, siendo en su planificación muy uniformes, reflejando un ethos igualitario, y siendo su posición dominante en la sociedad, eran utilizadas para reforzar los valores e ideología comunitarios, y para fortalecer el sentido de pertenencia de la población; al construir una casa de acuerdo con los códigos tradicionales de la sociedad, los habitantes expresan el mensaje “somos parte de la comunidad”, y por lo tanto aumentan la coherencia de esa comunidad. Al mismo tiempo, sin embargo, las diferencias en tamaño y calidad de las casas producían mensajes de superioridad y riqueza32.

Finalmente:

Está claro, a la luz de lo anterior, que la sociedad israelita tenía un fuerte ethos igualitario/democrático, resultante de su ubicación entre similares sociedades del Cercano Oriente, de las particulares circunstancias a través de las cuales evolucionó, y del hecho de que surgió a través de una interacción (y una hostilidad) con otros grupos percibidos por los israelitas como jerárquicos. El ethos igualitario se transformó para los israelitas en una parte importante de su distintiva identidad de cara a otros grupos […]. Es incluso posible que en Israel, más que en cualquier otra sociedad similar, el ethos haya tenido un impacto en la realidad social (la cual se mantenía, sin embargo, jerarquizada). Está también claro que este ethos tuvo un impacto en muchos aspectos de la cultura material que hemos discutido anteriormente, tanto durante la Edad del Hierro I [ca. 1200-1000 a.n.e.], cuando la discrepancia entre ethos y realidad social era mínima, y durante la Edad del Hierro II, cuando la disparidad era importante33.

Por supuesto, Faust reconoce que él no es el primer investigador en referir a la existencia de situaciones “democráticas” en el Cercano Oriente antiguo: hace más de 70 años, el notable asiriólogo danés-norteamericano Thorkild Jacobsen (1904-1993) había propuesto una comprensión de la Mesopotamia prehistórica en términos de una “democracia primitiva”, una situación que habría sido posteriormente reemplazada por la aparición de la “autocracia” con el proceso de aparición del Estado en la región34. Siguiendo a Jacobsen, pues, Faust propuso la existencia de una situación social ideal igualitaria y democrática durante la Edad del Hierro I, subsumida luego con la aparición del Estado israelita pero –como hemos notado– con una fuerte pervivencia como ethos social.

Kletter, entre otros autores, ha criticado recientemente este entendimiento de la temprana sociedad israelita defendido por Faust, sin duda a partir de correctas observaciones, en particular la transferencia de características modernas (como la igualdad y la democracia) a un contexto premoderno propio del Cercano Oriente antiguo:

Faust propone una visión imaginaria del antiguo Israel como una sociedad democrática, igualitaria, pura y simple. Esta imagen ideal puede relacionarse con la vida de aquellos que, como Faust, hemos trascurrido nuestra infancia en el moderno Israel de los años 50 y 60: un Estado joven y relativamente socialista. Las casas no tenían cercas altas y las diferencias de riqueza eran pocas (y menos pronunciadas) que hoy. Sin embargo, esta imagen nostálgica debe también contraponerse al Estado capitalista del presente, en donde la divergencia entre ricos y pobres es grande y en donde la democracia está limitada solamente a un solo lado de la cerca35.

Al igual que la crítica de Whitelam a la elaboración histórica de Alt como un espejo de la inmigración sionista a Palestina a principios del siglo xx, la observación de Kletter sobre la reconstrucción histórica de la estructura social israelita que realiza Faust toca de lleno las opciones analíticas de los investigadores: probablemente no podamos escapar al condicionamiento cultural y socioeconómico que hemos atravesado desde nuestra infancia, pero siempre podemos ser epistemológicamente conscientes de ello para preguntarnos qué tanto de nuestras construcciones y proyecciones presentes de realidades históricas dependen de un método crítico y evidencia confiable o en cambio de distorsiones producidas por un pasado personal que se inmiscuye en el paisaje histórico evocado.

5. Consideraciones finales

Las observaciones y ejemplos presentados en este trabajo preliminar demuestran solamente una mínima parte de un campo de indagación que, nuevamente, necesita ser explorado en mayor alcance y amplitud, de manera sistemática y comprensiva en el ámbito de los estudios bíblicos históricos y la investigación arqueológica de Israel/Palestina. Discusiones y diversas opiniones entre investigadores no constituyen novedad alguna, por supuesto, pero las razones últimas por las cuales los investigadores adoptan posiciones teóricas o historiográficas, y que los llevan a proponer distintos escenarios de interpretación histórica, no suelen ser consideradas con mayor atención puesto que, en rigor, la mayoría de las veces permanecen desconocidas (en el sentido de que no son científicamente exploradas). En otras ocasiones, estas cuestiones son tomadas simplemente por orientaciones políticas, sean de derecha o de izquierda, habitando el campo académico, lo cual es en cierta medida correcto puesto que toda producción académica es política de un modo u otro. Sin embargo, el solo notar la orientación política –y, en concordancia, condenarla o desconsiderarla ligeramente– o interpretarla seria y científicamente, abordándola epistemológicamente, son dos cuestiones y actitudes muy distintas frente a estas situaciones.

Si bien este trabajo simplemente arroja una mirada crítica sobre ciertos aspectos de la producción del conocimiento en los estudios bíblicos y arqueológicos del Levante meridional, y de manera bastante general, consideramos que una primera explicitación de la cuestión y de las problemáticas involucradas debía realizarse. Si podemos aventurar aquí un programa mínimo para materializar el llamado que hacemos en estas páginas, podemos observar que un primer paso a seguir sería establecer una colaboración interdisciplinar entre biblistas, arqueólogos, historiadores y sociólogos y antropólogos (todos particularmente interesados en la cuestión, por supuesto) para diagramar un esquema operativo de investigación de largo plazo. En segundo lugar, se hace necesario un profundo estudio de campo de los programas disciplinares en distintas instituciones educativas y universitarias, de los eventos académicos celebrados en distintas locaciones, de los procedimientos y encuadres institucionales de las excavaciones arqueológicas en Israel/Palestina, etc.

En suma, y anterior a estas últimas orientaciones a fines prácticos, nuestro principal punto en esta discusión –nuevamente– preliminar es que el contexto de producción de conocimiento debería al menos ser considerado como un momento necesario en cualquier investigación, un momento de reflexividad –en el sentido que le otorga Bourdieu al término– en el que evaluamos nuestras categorías y modelos analíticos así como nuestra propia locación social para comprender y explicar nuestra producción de conocimiento y sus resultados. Tener consciencia de tal situación epistemológica haría sin lugar a dudas nuestros procesos de investigación mucho más explícitos y científicos, pero también más honestos frente a la opinión pública y aquella de nuestros colegas académicos.

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[recibido: 14/01/2021 – aceptado: 11/02/2021]


11 Una primera versión de este artículo fue publicada en inglés como “The Need for a Comprehensive Sociology of Knowledge of Biblical and Archaeological Studies of the Southern Levant”, en Ł. Niesiołowski-Spanò – E. Pfoh (eds.), Biblical Narratives, Archaeology and Historicity: Essays in Honour of Thomas L. Thompson (Library of Hebrew Bible/Old Testament Studies 680), London 2020, 35-46. Es presentado aquí ligeramente revisado y ampliado.

2 Bourdieu, Logic of Practice, 1 (todas las traducciones al castellano son del autor).

3 Bourdieu, Homo academicus.

4 Cf., por ejemplo, HoffmeierMillard, Future of Biblical Archaeology; Levy, Historical Biblical Archaeology. Una mejor comprensión de la “arqueología bíblica” estaría dada por un encuadre epistemológico como “arqueología siro-palestina” o “arqueología del Levante meridional”; cf. la discusión inicial en Dever, “Syro-Palestinian and Biblical Archaeology”.

5 Cf. Trible, God; Gottwald, Tribes. Véanse también, p. ej., las síntesis analíticas e historiográficas en Pippin, “Ideology”, y Carroll, “Poststructuralist Approaches”. Sobre Gottwald y el impacto de su Tribes of Yahweh, cf. Boer, Tracking. Sobre el social scientific criticism, cf. convenientemente CarterMeyers, Community, Identity, and Ideology.

6 Mi memoria me indica que fue Philip R. Davies quien empleó por primera vez, en un foro de internet (“Biblical Studies”, de Yahoo Groups) a principios de este siglo, el término Homo biblicus americanus; aunque, por supuesto, esta reminiscencia puede ser disputada.

7 Sobre la Society of Biblical Literature, véanse inicialmente las notas críticas en Avalos, End of Biblical Studies, 307-324. En efecto, las observaciones de Avalos sobre la “infraestructura de los estudios bíblicos”, no obstante sus conclusiones particulares (cf. ib., 289-342), son relevantes para la presente discusión.

8 Cf. Pfoh, “Western Scholarship”.

9 Cf. BernbeckPollock, “Political Economy”; Bahrani, “Conjuring Mesopotamia”; “Iraq’s Cultural Heritage”; “Race and Ethnicity”.

10 Lockman, Field Notes (véase también el estudio anterior del autor sobre las condiciones de producción del orientalismo durante el siglo xix: Lockman, Contending Visions); DeebWinegar, Anthropology’s Politics.

11 Existen, en verdad, análisis sobre la constitución moderna de los estudios bíblicos en Occidente (p. ej., Legaspi, Death of Scripture; Ilany, In Search of), así como de historias disciplinares de la arqueología bíblica (p. ej., Moorey, American Archaeology; Davis, Shifting Sands) o de la arqueología estadounidense en Medio Oriente (p. ej., King, Century of Biblical Archaeology), pero no existen aún sociologías exhaustivas sobre dichas disciplinas.

12 Véase, por ejemplo, la reciente narrativa sobre la excavación estadounidense del sitio de Tel Meguiddo en Israel por parte del Oriental Institute de la Universidad de Chicago (Estados Unidos), entre 1925 y 1939, en Cline, Digging Up Armageddon.

13 Cf. notablemente la observación de Zevit (“Biblical Archaeology”, 7 n. 9): “Tan recientemente como en 2001, los arqueólogos de instituciones religiosas me indicaron que, a menos que puedan hacer conexiones importantes entre sus sitios y la Biblia, no consiguen financiamiento de instituciones privadas o religiosas. Elegir excavar un nivel [arqueológico] de la Edad del Hierro en una ciudad bíblica identificada, era la vía más segura para conseguir financiamiento”. Es interesante notar al respecto la reciente (desde 2017) excavación arqueológica en Kiriath-jearim (Israel), uno de los sitios en donde, de acuerdo a 1 Sam 6,21 y 7,1-2, estuvo depositada el arca de la alianza durante varios años. La excavación tiene un financiamiento privado, proveniente de los Estados Unidos y el apoyo institucional de la Universidad de Tel Aviv (Israel) y el Collège de France (Francia); cf. FinkelsteinRömerNicolle et al., “Excavations”.

14 Cf. Greenberg, “Fouilles isráeliennes”, 82-85. Podemos referir aquí también a un estudio exhaustivo de Kletter (Archaeology, Heritage and Ethics) sobre la reciente arqueología de la explanada del Muro Occidental en Jerusalén, en donde se exponen las políticas de excavación en dicha locación. Véase también sobre Jerusalén, PullanSternbergKyriacou et al., Struggle; y desde una perspectiva historiográfica más amplia, Pfoh, “Western Scholarship”.

15 Sobre la convergencia de ideología, nacionalismo, arqueología e intereses geopolíticos en la región en tiempos modernos, cf. Silberman, Digging for God and Country; Between Past and Present; y más recientemente, Melman, Empires of Antiquities. Sobre el rol que el turismo de las clases media y alta occidentales jugó en la construcción imaginaria de Medio Oriente (incluyendo a la “Tierra Santa”) durante el siglo xix, cf. Whitelam, “The Land and the Book”.

16 BergerLuckmann, Social Construction.

17 El interés popular sobre el “mundo de la Biblia” en los Estados Unidos y en Europa (cf., p. ej., Long, Imagining) ha contribuido desde el siglo xix a una parte considerable del financiamiento extra-institucional de la exploración de la llamada Tierra Santa (véase Whitelam, “The Land and the Book”). Cf., en décadas más recientes, a modo ilustrativo, los avisos publicitarios aparecidos en la publicación semi-académica norteamericana Biblical Archaeology Review.

18 Véase Pfoh, “Reflections”, 2-4; “Rethinking”, 93-95; Ben Zvi, “Clio Today”, 34-40.

19 Sasson, “Choosing Models”.

20 Véanse especialmente las primeras articulaciones concretas de una epistemología y una metodología “minimalistas”, por ejemplo, en la crítica a las inmediatas interpretaciones frente al descubrimiento de la estela de Tel Dan, en relación con el texto bíblico, en LemcheThompson, “Did Biran”; Lemche, “Bemerkungen”; Thompson, “‘House of David’”; Cryer, “Epistemology”. También en general Davies, In Search of y Whitelam, “Sociology or History”. Más recientes evaluaciones generales en Lemche, Old Testament; Thompson, “Changing Perspectives”; “Problem of Israel”; Pfoh, “Biblical Minimalism”.

21 Sobre el European Seminar in Historical Methodology, es útil chequear la antología compilada por Grabbe, Hebrew Bible, junto con la evaluación introductoria al volumen.

22 Cf. Davies, “Whose History?”; Carroll, “Madonna”. Véase también Thompson, “Neo-Albrightean School” y Davies, “Method and Madness”, en respuesta a Provan, “Ideologies”.

23 Lemche, “Ideology”; “Conservative Scholarship”. Cf. ahora también Lemche, Back to Reason.

24 Long, Planting.

25 Abu el-Haj, Facts on the Ground; Kletter, Just Past?

26 Whitelam, Invention.

27 Y sin duda que recibió críticas: cf., entre otros, Levine, “Review”; Provan, “The End”; Dever, “Archaeology”, 44-46; “Histories”. También recibió una acogida más favorable en las revisiones, por ejemplo, de Lemche, “Clio” y Holloway, “Review”. Whitelam respondió en general a las críticas al “minimalismo” en Whitelam, “Representing Minimalism”. Puede verse más acerca de las posibilidades historiográficas que la obra de este autor abrió en Whitelam, “Shaping the History”.

28 Whitelam, Invention, 74 (mi énfasis). Para una análoga observación historiográfica sobre la influencia de la situación de inmigración sionista a Palestina en la reconstrucción del período cruzado en la región, cf. Ellenblum, Crusader Castles, 43-61.

29 Whitelam, Invention, 76 (mi énfasis). Sobre los usos de la Biblia por parte del sionismo de inicios del siglo xx, cf. Piterberg, Returns of Zionism, 192-282; Pappe, “Bible in the Service”.

30 Faust, Israel’s Ethnogenesis; y Archaeology; también, p. ej., “Social Stratification”; “Social Archaeology”.

31 Faust, Israel’s Ethnogenesis, 45.

32 Ib., 81.

33 Ib., 106-107; cf. también Faust, Archaeology, 9, 28-38, 220-223.

34 Jacobsen, “Primitive Democracy”. Cf. también la centenaria tesis doctoral de Lampe (Limitations), en la que se nota la persistencia del individualismo y la participación popular en el mundo semítico como elementos “democráticos” que limitaban la monarquía israelita. Cf., para una revisión y actualización de la tesis de Jacob­sen, así como de los temas explicitados en la anterior oración, el estudio de Fleming, Democracy’s Ancient Ancestors.

35 Kletter, “Land Tenure”, 124; véase también Lemche, “Avraham Faust”; Kletter, “Water”; y particularmente para una crítica a la comprensión social igualitaria en el antiguo Israel, Guillaume, “Poor”.