C. Bernabé Ubieta, Qué se sabe de María Magdalena (Qué se sabe de… 12) Verbo Divino, Estella 2020, 240 pp., ISBN 978-84-9073-554-1.

La A. es docente en la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto (España) y se interesa especialmente en la relevancia social y eclesial de la (re)interpretación los orígenes del cristianismo, además de los temas de género y hermenéutica bíblica feminista. En esta obra recoge los frutos de una gran cantidad de estudios propios, como Las tradiciones de María Magdalena en el cristianismo primitivo, 1994 (su tesis doctoral); “María Magdalena y los siete demonios”, 2007; “María Magdalena: la autoridad de la testigo enviada”, 2007; “Duelo y género en los relatos de la visita a la tumba”, 2008; “Palabras de mujer en el inicio del kerigma cristiano”, 2009, entre otros. Pero se nutre también del estudio de tradiciones –religiosas y culturales– que se encuentran en obras artísticas, textos de santos padres y documentos eclesiales. Es decir que este libro es el producto de investigaciones que abarcan no solo el texto bíblico como tal, sino también la tradición, cultura, e historia de la interpretación de la figura bíblica María de Magdala.

Desde las primeras páginas, la A. define la orientación de su obra que “... no se centra en la reconstrucción de la figura de histórica de María Magdalena, sino en el estudio de sus tradiciones tal como fueron transmitidas y releídas en el cristianismo primitivo; es decir, en la forma en la que se hizo memoria de María Magdalena en las primeras generaciones del cristianismo y en cómo se la recordó siglos después” (9).

El libro se articula en cuatro partes muy bien determinadas. La primera, titulada “¿Cómo llegamos hasta aquí?”, recorre las diversas tradiciones sobre María Magdalena y las diferentes formas en que ha sido representada a lo largo de la historia (como prostituta, penitente, amiga íntima de Jesús, etc.). En la segunda parte, “¿Cuáles son los aspectos centrales del tema?”, se introduce en las tradiciones recibidas de los evangelios, que presentan a esta mujer como seguidora, discípula y testigo de la muerte y resurrección de Jesús, e incluso como anunciadora de la Buena Noticia a los mismos apóstoles. La tercera parte, “Cuestiones abiertas en el debate actual”, destaca la importancia de mantener la memoria de la comunidad, a la vez que señala los silencios provocados por algunas posturas que no aceptan la posibilidad de considerar a María Magdalena como apóstol. La cuarta y última parte, “Para profundizar”, brinda herramientas para continuar un estudio crítico que retome la tradición, desde los testimonios de algunos padres de la Iglesia, hasta la novedosa propuesta del Papa Francisco de elevar la memoria litúrgica de María Magdalena a la condición de Fiesta (220).

El libro ayudará a que el lector se encuentre no solo con María Magdalena sino con otras mujeres que fueron “ocultadas” y “silenciadas” para impedir su avance en la estructura eclesial. Al mismo tiempo, intenta recuperar el protagonismo femenino en la primitiva comunidad cristiana. y nos permite encontrarnos no solo con María Magdalena, sino con las mujeres que, tal como lo señala la autora, han sido “ocultadas” y “silenciadas” en los textos mismos para detener su avance en la estructura eclesial, y busca recuperar el protagonismo de María Magdalena para recuperar el protagonismo femenino de los primeros cristianos.

Según la A., “A partir de la primera mitad del siglo ii, la Iglesia comenzó el paso del ámbito doméstico al público/político, a la vez que iba siendo considerada una institución pública y entraban en ella un número mayor que hasta entonces de varones educados y socializados en los esquemas culturales tradicionales de su tiempo” (207). La A. señala que este movimiento social perdura aún hoy en la estructura eclesial. Por eso resulta tan oportuno recuperar la figura de María Magdalena, ya que ella expresa la memoria de una Iglesia en la que priman la igualdad y la inclusión: “desde el último tercio del siglo xx, la memoria de María Magdalena, discípula de primera hora, apóstol, enviada con autoridad, ha sido reivindicada como ejemplo, inspiración y modelo de autoridad por las teólogas feministas y grupos de mujeres, que encuentran en ella la fuerza y legitimidad para empoderarse en situaciones muy difíciles, para reivindicar una mayoría de edad en la Iglesia y una participación igual a los varones en los órganos de decisión de la vida comunitaria” (216).

El libro es breve, claro y de lectura amena; permite que incluso los no expertos en el tema puedan leerlo sin dificultad, ya que está libre de innecesarios tecnicismos y giros académicos. Con pocas y justas notas, la A. logra hacer que la lectura sea ágil y agradable y que nos interesemos más a medida que avanzamos. A la vez, el contenido es revelador y denuncia silencios y posturas ideológicas que niegan el lugar de esta y otras mujeres en la Iglesia del siglo i.

Hay que decir que en una obra en la que tienen tanta importancia los testimonios, se habrían esperado datos más precisos en las referencias a autores que han tratado los mismos temas, como M. Hengel (72), G. Theissen (80, 83), J. D. Kingsburi (93), entre otros. Además, muchos de estos autores nombrados en el cuerpo de la obra, no han sido incorporados en la bibliografía que aparece al final de cada capítulo. Sin embargo, la bibliografía resultará muy útil para quienes quieran continuar estudiando y profundizando en el tema. La mayoría de las obras citadas están escritas en español.

En síntesis, se trata de un trabajo excelente que permite encontrar en María Magdalena un referente femenino de su tiempo, que anima e ilumina a la Iglesia actual para reconocer y considerar el rol de la mujer en la estructura eclesial actual.

José Luis D’Amico

Escuela Bíblica Ntra. Sra. de Sion (Buenos Aires)

joseluis.damico@gmail.com